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sábado, 17 de marzo de 2012

Albores de la fabricación de pru en la Costa Daurada




Entre castillos

Hace una semana mi amigo Leo Góngora regresó de Cuba. La más temeraria de las quimeras que trajo fue la de preparar pru oriental en la villa marinera de Cambrils, donde vive. Para tal empresa acarreó hojas, raíces y yerbas imprescindibles: jaboncillo, bejuco ubí, jenjibre, raíz de China, canela en rama... Hirvió esos y quizás otros ingredientes en agua azucarada por un buen rato y luego lo puso a refrescar. Horas después, a falta de mejor envase, repartió el menjurje -con perdón sea dicho- en tarros de cristal de variada procedencia, tapados y puestos a la intemperie, como debe ser. 

Procura desde entonces aprovechar el soleil para calentar la ambarina mezcla negada a fermentar, aunque "ya debería haberlo hecho", según indica su -al parecer- vasta experiencia en el asunto. ¿Será por la temperatura, será por la humedad, será por la cercanía del Mediterráneo? No se explica. De pronto abre uno de los frascos, lo aproxima a su cara y se consuela diciendo "bueno, por lo menos huele a pru..."

Mientras lo veo trajinar melancólicamente con sus frascos de un lado a otro de la casa le comento que en La Habana Vieja conocí a varias personas que lo fabricaban y vendían a parroquianos del mercado de Egido, en su mayoría habaneros que poco o nada sabían del brebaje, en pequeñas y opacas botellitas. Al enumerar sus virtudes, los vendedores no olvidaban mencionar que el pru no sólo curaba toda dolencia del cuerpo, sino que era "mucho mejor que la viagra esa". Pero Leo no escucha. Coloca sus cuatro recipientes junto al radiador de la calefacción y me pregunta "¿y si los pongo junto al fogón directamente, bróder?" Qué sabré yo. Y ahí los ha puesto.

El pru de Leo madura -se supone que lo hace- entre muy buenos discos y muy buenas cervecitas hispanas, platos extraordinarios cocinados en un curioso artefacto de barro traído de Marruecos llamado tajin e interminables conversaciones comenzadas hace casi un par de décadas atrás (y la gente, cuando no habla de música, ¿de qué habla?, dijo Bola de Nieve con toda razón). 

A veces emprendemos caminatas más o menos largas por los alrededores vespertinos (ah de los atardeceres rojos, de Serrat) y levantamos castillos y castillos en el aire, cada quien a su modo, con ingredientes acarreados desde Cuba, livianos y breves, como los del pru. Pasamos no muy lejos de torres de piedra medieval -castillos verdaderos, como de los cuentos- en el raro invierno que vive este año Cataluña.



2 comentarios:

  1. Creo que mi prestigio se ve dañado por los ingredientes que enumeras. Cualquier consumidor habitual de pru sabría que esa mezcla no lleva a ninguna parte. Jaboncillo, raíz de China y hojas de pimienta dulce, eso es lo que lleva. Lo demás es la fe y el disco de congas santiagueras que pienso ponerle enterito a los pomos, a ver si sudan, chico

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