Para Elisabeth Sarduy & Jaime Sarusky
Aunque tenía
algún talento para la pintura
la comisión de la Academia
dos veces lo ignoró
de que aquellos
paisajes poseían
cierto aliento
de boscajes del Rin
y los músculos
en sus bocetos
respiraban
con soberanía.
Anduvo
con hambre
cinco años por Viena
y se juntó
en antros de mala muerte
con insatisfechos sociales
que como él odiaban
a Marx, el tabaco, el alcohol
y al refractario
sistema educativo.
Leyó poco después
para infortunio nuestro
su primer panfleto
antisemítico.
Aquel muchacho
se llamaba Adolfo.
Hitler.
(Recreos para la burocracia, ©Sigfredo Ariel, 2012)
Un gran texto, con la sencillez y la exactitud que te caracterizan. Me haces creer que la verdadera poesía está en el lenguaje que, acercándose al silencio, se encaja certero y ágil en el pensamiento.
ResponderEliminarBrillante e inquieto. Capaz de crear los mas hermosos paraísos y el mas terrible infierno. Un creador, sensible y fatal.
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