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jueves, 16 de febrero de 2012

Ilión en un tren de cercanías



Todo el mundo leyó Seda, de Alessandro Baricco, antes que se acabaran los años 90. Muchas personas en el mundo consiguieron Seda para regalarlo a sus amigos y familiares en cumpleaños, navidades y años nuevos. También Seda sirvió y sirve para obsequiar a novios y novias, lo cual no es decir poco de un libro, en un tiempo en que pocos novios y novias leen.

Conocí en un tren esa fábula de pasiones silenciosas e infinitos gusanos tejedores. Es un libro pequeño que duró un trayecto más bien breve; el tiempo tiene un pacto con la letra. No comprendo cómo alguien puede no ponerse a leer durante un viaje, corto o largo. Se pueden olvidar otras cosas, pero un libro, no.

 Por alguna razón más bien extraña, muchos años después, tuve entre manos otro libro de Baricco en un nuevo viaje de tren: Homero, Ilíada, texto que el italiano adaptó e “intervino” en 2004, para ser leído en público, en Roma y Turín, que también fue transmitido por la radio. Lo comencé con desconfianza, el prólogo advertía que se eliminaban repeticiones “tan frecuentes en la Ilíada”, y algo que me pareció sacrílego: había sido abolida la intervención de dioses y diosas. Pero que las escenas, al menos las primordiales, no habían sido cercenadas.

Son personajes de la Ilíada quienes narran en primera persona la historia (las historias) en la adaptación de Baricco. No existe el narrador omnisciente. El Destino ejerce limitada acción sobre la trama, aunque Aquiles oscuramente conozca que se dirige a su aniquilación cuando marche al campo de batalla a vengar a Patroclo, por ejemplo.

Se puede reprochar que la muerte de Aquiles no aparezca en este texto adaptado para la lectura pública, aunque sí figura el pasaje del caballo famoso y la caída de Troya, narradas por un anciano aedo ante Ulises, situación que Baricco trasladó de la Odisea. Esta Ilíada es veloz en su testimonio, como impaciente, cruda en su dibujo. Entre los capítulos memorables, está el narrado por el río.

Entre Sants y Cambrils vi a Elena de Argos en lo alto de las murallas troyanas contemplando la misma batalla por diez años y también, desnuda, junto a Paris, hermoso y espantadizo; el cuerpo de Héctor siendo arrastrado por tres veces ante la puerta principal de su ciudad; elevarse el humo de animales y mozos ofrecidos al fuego por los aqueos en sacrificio a Zeus; al viejo Príamo pordioseando ante Aquiles el cuerpo de su hijo amado, cuando lloraron juntos; al joven Anticlo estrangulado por Ulises en el vientre del caballo de madera para que no gritase, y a Casandra exasperada y desoída, en cuyos ojos ardía Ilión antes de arder, y perros y aves se disputasen sangre y carne de los dos ejércitos.

Al cerrar el libro de Baricco dediqué mi lectura, es decir la emoción que regresa desde los días de Homero, a mi amiga Gabriela Hernández, consecutiva lectora de la Ilíada, mientras el tren de inmediaciones sucedía por la Costa Daurada en el helado atardecer de este San Valentín, más triste que un tango.  

3 comentarios:

  1. Gracias Sigfre por acordarte de mi, sabes de mi predilección por ese libro, el original claro está!!! Pa te confieso algo: prefiero pasar de esa vérsión de Baricco q nos cuentas. Me basta con lo q has descrito del libro para seguir prefiriendo a Homero.
    Sigfre, no creo q logre encontrar un segundo Homero, quien a pesar de las "repeticiones", o el diálogo y narraciones de los Dioses, sigue siendo para mi el narrador perfecto. Soy de la vieja guardia. Prefiero la descripción detallada del belicoso Diómedes cdo llega incluso a enfrentarse a Ares, y la burla de Palas Ateneas y del propio Zeus cdo llega Ares maltrecho al Olimpo. No me imagino una Ilíada sin Dioses.......Es como q no me imagino a mi Cuba sin sus palmas!!! Un besote amigo. Cuidate mucho!!

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  2. Estoy de acuerdo contigo, claro está. Hay que apuntar que Homero, Ilíada es una adaptación para ser leída en voz alta, en público. Cuentan que cuando se trasmitió su lectura -ante miles de espectadores, o mejor dicho, oyentes, quienes por cierto pagaron- muchas personas lo siguieron en el radio de sus autos y en sus casas. Hecho inusitado en este vertiginoso siglo XXI, me parece a mí. Es un camino que conduce al original homérico, no hay duda. Gracias.

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  3. Sigfredo, dicen que segundas partes nunca fueron buenas, pero dicho con el entusiasmo que pones a todo perece interesante, tienes el don de enamorar con tus comentarios que agradezco mucho, un beso.Ampy.

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