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sábado, 21 de enero de 2012

La jovialidad de Richard




Compuso piezas que hicieron y aún hacen bailar en cuanto comienza el disco: La cantina, El trago (hace más de veintiún días que no me doy un trago...), La muela, Maloja, Tremendo punto, Picando de vicio y sobre todas, El bodeguero (toma chocolate, paga lo que debes...) que grabó Nat King Cole. La mayoría de sus letras son estampas de ambientes urbanos que se convirtieron en sal y agua por la “ofensiva revolucionaria” en 1968.

A menudo sus números parecen salir de conversaciones sucedidas en bodegas y bares en los que la gente de a pie inventaba dicharachos para comentar “cómo está la cosa” o admirar “aquel bombón” mientras se tomaba una hatuey o una cristal a la salida del trabajo. A Eduardo Hernández y a mí nos contó el origen de algunos de sus chachachás, siempre interpretados por la orquesta Aragón en su "periodo clásico". Por ejemplo, la enigmática frase “el Cuini tiene bandera” se refiere al mote al cual respondía un activo organizador de bailes en sociedades y clubes de recreo. A su hija quinceañera dedicó a inicios de los años 60 el último danzón que conoció verdadera popularidad: Gladys. Me divierte la visión criolla del discutido (en Cuba) “peinado a lo Accatone” que retrató en El cerquillo, una de sus obritas maestras.

Sus composiciones, sus arreglos, y en especial, su flauta –imitada por legiones de flautistas charangueros–, fueron puntales del sólido estilo de la orquesta Aragón. El otro gran pilar de la agrupación se asentaba en las faenas musicales y la sabia caballerosidad de Rafael Lay, violinista-director que mantuvo cohesionada la inquieta república aragonera a lo largo de toda su vida.


Cuando faltó Lay, el flautista tomó las riendas de la orquesta. Duró poco tiempo su gobierno. Los años no habían pasado de balde y él no era el más tolerante de los hombres. Se puso al frente de una efímera charanga propia en los años 80 y para el pan ganar dio lecciones particulares de solfeo, piano y flauta. Tenía un gran oído: siempre afinó pianos, hasta última hora lo estuvieron solicitando para eso. Le oí decir que le habría gustado dedicarse a la música sinfónica en cuerpo y alma. Tremenda pérdida para la música popular cubana del siglo XX, pensé, pero no se lo dije. Cuando pretendía, despechado, “ningunear” a la orquesta Aragón, de la cual decía “no quería ni le importaba saber” su gran amigo Eduardo Hernández lo recriminaba con palabras duras. Creo que era el único que se atrevía a hacerlo: “tú formas parte de esa gloria, déjate de majaderías”.


La gente hablaba de su malhumor legendario, seguramente con razón. En mi experiencia: un montón de veces lo vi sonreír, darse un buen trago de añejo, hacer algún chiste o recordar alguna anécdota divertida. De su escondida jovialidad salieron los mejores números de Richard Egües, eso es seguro. 





       

2 comentarios:

  1. Felicitaciones. Muy buen estreno del blog, con temas frescos y poco frecuentes en la red. Te animo a tener en cuenta que tus seguidores y lectores están en cualquier parte del mundo. Asi que hay posts que merecen un plus, como en este caso, que podrias incorporar un enlace a uno de los temas de Richard que están en Youtube.

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  2. Gracias, Juan Carlos, amigo mío. Buena idea, sólo que debo aprender.

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